Seamos madres libres, Irene desde Ser mamás nos hace reflexionar y sonreir con este genial post.
“¿Me estás llamando mala madre porque mis hijos han nacido por cesárea?”
He obtenido esa respuesta en innumerables ocasiones, cada vez que en un foro o blog sobre maternidad comentaba que las cesáreas dificultan el vínculo madre-hijo que se establece durante el nacimiento porque las hormonas que median en este proceso (brutal y totalmente químico) no están presentes o su flujo se ha interrumpido en algún momento. Sería gracioso, si no fuera porque mis dos hijas han nacido por cesárea.
Mis dos hijas han nacido por cesárea y yo no me siento una mala madre. Al menos no por este motivo. Cuando hace tiempo, tras el parto de Ana, leía “La Revolución del nacimiento” de Isabel Fernández del Castillo, había momentos en los que no podía parar de llorar. Lloraba una pérdida, la de ese momento mágico en el que inundados ambos de las hormonas del parto, mamá y bebé se miran por primera vez y se enamoran para siempre. Ese momento en el que con el bebé enganchado a la teta, la oxitocina y las endorfinas por las nubes, la placenta, que os ha mantenido unidos en simbiosis durante casi nueve meses, se desprende y así comienza a liberarse la prolactina, que despierta de golpe todos los instintos de protección maternal. Y es que yo, por la prolactina, mato. Como todas las madres. O la gran mayoría.