A menudo nos conformamos, y lo hacemos porque asumimos como normales cosas que en realidad no lo son.
Artículo tomado de Nace una mamá
Este post no va a ser muy fácil de escribir, y supongo que tampoco será fácil de leer. Pero hace días que me ronda la cabeza y hay que ponerlo por escrito. Así que aquí va.
Durante varios años estudié shiatsu y medicina tradicional china, que se basa en el principio de que toda enfermedad tiene un origen emocional. Podemos engañarnos a nosotros mismos y decir que estamos bien, pero nuestro cuerpo no miente y refleja la verdadera naturaleza de lo que sentimos. Por ejemplo, los resfriados se suelen producir en momentos en que necesitamos apartarnos de alguna situación molesta —seamos o no conscientes de ello. Necesitamos un pequeño respiro y nos enfermamos. Podemos decirles a los demás que no se acerquen o les pegaremos el resfriado, y así logramos la distancia que tanto necesitamos. Por fin nos dejan en paz.
Hay un libro imprescindible que ilustra esto muy bien. Se llama La enfermedad como camino, de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dalhke. Me gustan los libros incómodos y este es uno de ellos. «Todos los síntomas tienen un sentido profundo para la vida de la persona», leemos en la contraportada: «nos transmiten mensajes del ámbito espiritual, y de su adecuada interpretación dependerá nuestra capacidad de recuperarnos».
Si esto es cierto en el caso de los adultos, ¿es lícito suponer que también lo es en el caso de los niños?
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