
Las madres se juntan. En los parques, a las puertas de los colegios, en los cumples, en el Mac Donald’s,… incluso en cenas de Navidad (guiño a las mamis del cole de Ana, sobre todo a las que no vinieron), las madres nos juntamos mucho más que los padres. Será cultural o genético y las feministas pueden lanzárseme al cuello por el topicazo, pero las mujeres se juntan. Se juntan y hablan.
Repitiendo probablemente un comportamiento heredado de nuestras antepasadas, las mujeres mantenemos relaciones con otras mujeres basadas básicamente en la conversación. Y cuando eres madre, la conversación versa sobre cachorros, como no podía ser de otra forma. Incluso en las cenas de Navidad que se alargan hasta las cinco de la mañana.
Como dice el proverbio africano “para criar un niño se necesita una tribu entera” pero las “tribus de madres” que crían juntas en Occidente ya no se llevan. La maternidad se ha convertido en un acto solitario, prácticamente circunscrito a la intimidad de unos hogares cada vez menos poblados que la transforman en muchas ocasiones, en una carga. La soledad no es buena consejera (aunque a veces sea mejor que algunos consejos) y no hay escena más típica que el marido que llega a casa cansado de trabajar y se encuentra a su anteriormente bella esposa hecha unos zorros y maldiciendo en lenguaje-bebé.
Creo que esta es una de las razones por las que algunas mujeres desean con fervor que llegue el día en que se les acabe la baja maternal, para poder volver corriendo a sus trabajos, donde poder volver a hablar con adultos y con la obligación de ducharse a diario. Estar sola en casa con un bebé no es bueno, ni para la madre ni para el bebé. Y sin embargo es lo que la sociedad espera de ti. Que te las apañes. Algunas madres primerizas incluso vemos mal pedir ayuda a nuestra propia madre. Y cuando esto ocurre acabamos, mamá y bebé, pidiendo socorro en lugar de compañía.
Afortunadamente siempre hay gente que va más allá de lo que la sociedad impone. Los grupos de apoyo a la lactancia son un buen lugar para estrenarse en esto de las reuniones de madres. Sitios donde, por supuesto, los bebés no sólo están permitidos, sino que son bien recibidos. Lugares donde charlar de todo un poco, compartir experiencias y crear nuevos lazos de amistad. La amistad entre mujeres aumenta la oxitocina, reduce el estrés y es buena para la salud.
Sin embargo los grupos de lactancia tienen una función concreta, que es asesorar con los problemas en la lactancia materna. Y las madres de biberón se quedan fuera, excluídas (aunque no creo que ningún grupo de apoyo a la lactancia impida su entrada y desde aquí animo a todas a acudir a uno, aunque no hayas dado el pecho, es lo de menos, la cuestión es compartir).
A pesar de que las redes sociales estén en gran medida contribuyendo a minimizar los estragos causados por la falta de esa tribu, a pesar de que las tribus virtuales en muchas ocasiones se conviertan en verdaderas relaciones de amistad, el contacto físico es importante. Y a las mujeres nos gusta tocar.
Por eso hoy os presento dos iniciativas para formar tribus reales, de madres cercanas a las que poder abrazar.
La primera es Entremamás, aunque ya no es nueva, supongo que muchas no la conoceréis.
La segunda se está estrenando. La Saleta, fundada por Raquel Tasa del Blog Madre Tierra y de La casa de las mamás.
Las madres recientes y las no tan recientes, hacedme caso y no os las perdáis. Yo cogía a Ana, me la ponía en el fular y me iba a la calle, pero eché de menos compartir con otras mujeres en la misma situación que yo.
¿Asistes a un grupo de madres? ¿Quieres contarnos tu experiencia?
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