¿Es el parto «no molestado» una utopía?

Artículo publicado por elpartoesnuestro

Jesús Sanz, comadrón de Tenerife. Febrero 2010

Es sorprendente después de millones de años de evolución encontrarse con la formulación de esta pregunta.

El parto como tal, como mecanismo de supervivencia de una especie, ha existido siempre y ha ido evolucionando a lo largo de millones de años para elaborar una serie de mecanismos que le hagan lo más seguro para el ser humano; uno de esos mecanismos es que su equilibrio, su delicado equilibrio, no se vea alterado por ingerencias externas al propio parto. Este mecanismo ha estado presente en todas las culturas, todas lo han entendido, aplicando y, aún hoy en día, está presente en millones de partos que suceden a lo largo del planeta. ¿Una utopía? Más bien diría que es una realidad que hemos olvidado en nuestra sociedad actual por la necesidad que tenemos de “controlar” todo lo que sucede a nuestro alrededor.

Esto no quiere decir que tengamos que renunciar a los cuidados que prestamos hoy al parto, pero sí que debemos aprender a aplicarlos cuando son realmente necesarios.

Tenemos que reaprender a estar en los partos “sin molestar”, pero estar atentos a todo lo que sucede para poder intervenir cuando sea necesario sin ser nosotros los causantes del problema.

Durante más de 16 años he acompañado y asistido partos en casa, y a lo largo de estos años he experimentado muchos cambios, y me he dado cuenta de que no siempre he realizado un buen trabajo como comadrón, que se me han escapado muchos signos que me hablaban de que algo iba mal y, al contrario, de que todo estaba bien cuando yo estaba preocupado y molestando en exceso a la mujer. He tenido que aprender así, de esa manera, en cada parto, acudiendo a otros profesionales, escuchando a las mujeres de cómo se habían sentido con mi asistencia, y he de reconocer que cuando me criticaban, en un principio, no me sentía nada bien, mi ego me decía qué cómo era posible que me hablase así una mujer a la que había facilitado que su deseo de parir en casa de forma fisiológica me pudiera criticar. Pero gracias a todas estas mujeres pude abrir los ojos y ver que tenía que mejorar mucho. En apariencia, parecía que mi asistencia era impecable, iba con todo el equipo necesario, tenía todos los conocimientos necesarios y me acompañaba la persona adecuada. Entonces, ¿de qué se quejaban? Hasta que di con la respuesta: mi falta de escucha. No escuchaba las necesidades de la mujer, no escuchaba el parto, qué mensajes me enviaba cada parto para comprender que todo estaba bien o estaba mal. Las mujeres realmente se quejaban de que las molestaba. Cuando uno se da cuenta de esto, cambia mucho su asistencia, es todo un desaprendizaje del parto molestado, de todo lo que uno hace, que debería dejar de hacer porque realmente no sirve para nada, sólo para molestar.

Recuerdo cuando estudiaba que tenía un profesor que decía algo a lo que con los años le he dado importancia: “Para que un parto suceda, sólo son necesarias dos cosas: la madre y el bebé, todo lo demás es superfluo”. Y qué razón tenía, aunque seguramente él no utilizaba esta frase con el sentido con la que la leemos en este contexto.

No quiero decir con esto que debamos dejar solas a la mujeres y que la naturaleza siga realizando su mecanismo de selección natural, nada más lejos, pero si que debemos aprender a saber cuándo sobramos, cuándo podemos estar detrás de una puerta escuchando cómo se va desarrollando el parto. Esto es lo que me sucedió en mi primer parto en casa: fue un 24 de diciembre, por la noche, el padre era carpintero, pero tranquilos no se llamaba José, no tengo tantos años. Fuera de bromas, en ese parto tuve que dejar a la mujer “sola”, no estar físicamente presente, sino colocarme detrás de una puerta, era incapaz de parir en mi presencia, y tuve que esperar a que ya no hubiese marcha atrás para poder entrar y asistir al nacimiento, realmente la mujer se asistió sola, ella recogió a su bebé y yo tan sólo fui un invitado más, que estaba allí por si era necesario. Terminamos cuatro horas más tarde cenando con toda la familia, fue algo muy especial para mí.

Lo que quiero decir es que debemos hacer todo lo posible para que las mujeres se sientan seguras durante el parto.

Ésta no es una tarea sencilla. Durante siglos hemos transmitido el mensaje de que el parto es peligroso, y lo transmitimos a las niñas y niños en el colegio, en casa, en la televisión, en la prensa…Bombardeamos nuestros cerebros con este mensaje: “parir es peligroso”, y desde este punto de partida es difícil realizar cambios en la asistencia. Tenemos que cambiar el mensaje, y muchas veces para poder encontrar una solución tenemos que verlo desde otro punto de vista.

Mi mensaje, el que he aprendido a lo largo de todos estos años, el que me han enseñado las mujeres y sus bebés, es que no es que el parto en casa sea lo mejor de lo mejor, pues se pueden hacer las cosas tan mal o peor que en un hospital. El mensaje que he aprendido es EL PARTO ES UN ACTO DE AMOR INCONDICIONAL. Ése es el mensaje que tenemos que hacer llegar, el mensaje principal, ES UN ACTO DE AMOR, y lo he sentido y experimentado en cientos de nacimientos.

Cuando cambiamos nuestro punto de vista todo es posible. Podemos cambiar la forma en que asistimos, podemos “no hacer”, podemos aprender a estar presentes en los partos sin molestar, interviniendo cuando realmente es necesario, podemos crear los ambientes necesarios para que la asistencia en hospitales, maternidades, clínicas, casas de partos…sean los más parecidos a los de casa. Aprenderemos a saber cuándo sobramos, cuándo la presencia de otras personas puede dificultar o poner en peligro el proceso del parto, aprenderemos a escuchar las necesidades del parto, su calor, su penumbra, su intimidad, su silencio, su amor.

Jesús Sanz, comadrón. Febrero de 2010.

Deja un comentario